lunes, 1 de julio de 2013

Fin de la primera fase

En una semana la primera fase de la aventura habrá terminado. 
Me queda demasiado cerca en la cabeza y en el corazón el 2 de Septiembre de 2012. Llegué a la estación de Innsbruck con miedo, tristeza e ilusión a partes iguales. Tenía muchas ganas de ver los Alpes, pero como llegue de noche, me tuve que conformar con las luces de los refugios que se ven desde la ciudad.

Mi maleta pesaba poco más de 20 kg y aunque parezca mentira, llevaba conmigo la gran mayoría de mis pertenencias. Cuando supe que me iba de Valencia hice lo que creo que todo el mundo debería hacer cuando decide empezar una nueva vida: tirar a la basura, regalar, reciclar, o en definitiva, deshacerse de todo aquello que no le va a ser útil. Regalé toda la ropa que no me cabía en la maleta, dejé mis muebles en la casa donde vivía y las pocas cosas que quise conservar se las di a mi madre para que me las guardara. He de decir que es liberador y necesario.

Recuerdo la mañana siguiente como si fuera ayer. Tenía mi primera clase de alemán. Yo, que ni siquiera conseguía  enlazar dos palabras en inglés, tenía clase de alemán! Recuerdo que miré la dirección y como llegar al sitio en internet antes de salir de casa. Recuerdo también que me perdí y tuve que entrar en un estanco a comprar un mapa de la ciudad para volver a orientarme. No recuerdo como conseguí que la mujer que me lo vendió me entendiera, pero la cuestión es que ese fue el primer contacto con la realidad: Aly, la gente no te entiende cuando hablas… Mierda!

Por el día iba a clase, me acercaba a la ciudad para andar, ver las montañas … Por las noches lloraba desconsoladamente. Pese a que era el cambio que quería y que necesitaba, sentía una gran tristeza por haber dejado atrás muchas cosas. Con el paso de las semanas ese sentimiento perduraba, pero tenía que llegar el día en que dejase de llorar y empezara a vivir la experiencia. Mi primer contacto con gente que no fuese la familia con la que vivía lo tuve en un partido de Rugby y comiendo salchichas. Todo muy austriaco.
Llega un momento en que debes hacerte consciente de que ya no vives en España, de que no puedes llamar a tu mejor amigo si un día estás triste, de que si te duele la cabeza tú madre no está para darte una aspirina, que tu padre no está para mantener una buena conversación, que tus hermanos tampoco… Pero que pese a todo lo que te falta, estás consiguiendo un montón de cosas con las que vas a poder ser feliz.

Recuerdo la primera vez que vi nevar en mi vida. Fue a través de una ventana y con alguien engañándome para que me asomara rápido pese a que todavía no había caído ni un solo copo. Fue una experiencia inolvidable, la verdad.

Diciembre llegó casi sin avisar. Creo que empecé a disfrutar realmente a partir de este momento. No paraba en casa ningún día libre. No importaba donde fuera, si la música que ponían en los sitios me gustaba o no. Yo solo quería pasármelo bien. Y la verdad es que tenía muchas ganas de volver a casa por navidad, pero el sentimiento de añoranza por mi nuevo hogar empezaba a aparecer.

Llego enero y  volví de mi casa, a mi otra casa. Pilas cargadas y un sistema mental diferente, con muchas ganas de vivir la experiencia. En este mes,  pisamos por primera vez el bar que se convertiría casi en nuestra segunda casa en la ciudad y conocimos a gente, gente muy importante.

Febrero, Marzo… No puede ser, he cumplido 27! No fue una gran celebración pero recuerdo con mucho cariño mi regalo. Gracias!

Y llegó Abril. Un mes un tanto raro. Lleno de momentos duros pero también buenos, muy buenos.
Mayo…  flores, picor de nariz y todo lo que conlleva la primavera. Innsbruck estaba preciosa, como sigue hasta hoy… bueno, como está siempre.  

Junio… el sol empieza a darte en la cara y ya sientes un poco el calor. Es en ese momento cuando recuerdas que viniste solo con 20 kg y que tal vez sería buena idea comprar ropa de verano. Lo haces y justo 3 días después empieza a llover y tienes que ponerte las botas y la chaqueta otra vez. Esto es Tirol. Creo que no se puede hacer eso de cambiar en el armario la ropa de invierno por la de verano.

Y julio… la recta final, la resta perfecta de los días que te quedan para hacer las maletas, dejar tus pertenencias repartidas para volver a reunirlas a tu vuelta, para poder empezar la segunda fase, para volver a abrazar a tu familia, a tus amigos, a tus perros, a tus gatos, al vecino… a todo el mundo. Para repartir amor después de 7 meses de haberlo dado en la distancia.
Son muchos momentos lo que no puedo (o no quiero) describir en estas líneas, pero que siempre guardaré en el corazón porque juntos, hacen que haya tenido el mejor año de mi vida, sin duda.

Gracias a todos.

Gracias Ari, por pensar que el destino te trajo aquí por algún motivo al igual que yo. Por compartir la experiencia paso a paso. Por todo.
Gracias Carlos, eres el único que me entiende cuando bebo muchas cerveza y me da por hablar catalán y por ser una pieza importante de la aventura.
Gracias Anita, por ser mi apoyo en los primeros meses en Innsbruck y una gran amiga hasta hoy. Aunque no tengamos nada en común cuando vamos a comprar al Primark o me entren ganas de matarte a veces, yo te adoro igual. Te voy a echar mucho de menos en esta segunda fase. Esperamos visita.
Gracias Tamara por ser un verdadero encanto. Quien iba a decir que lo que empezó tirando una cerveza en mita de mucha gente se iba a convertir en una bonita amistad.
Gracias Alberto, por ser un tío tan genial, buena persona y divertido. Te debo una cerveza a cambio del triciclo. Aunque ahora que lo pienso, tú me debes un viaje a Suiza. Yo gano. A ti también te voy a echar mucho de menos.
Gracias Lara, por ese partido de Rugby y por haber respondido a mis mensajes de ayuda en internet.
Gracias Sara por compartir conmigo confidencias y buenos ratos, noches de salsa, teatro… Y todo lo demás.
Gracias Marcel. No puedes entender nada de lo que he escrito anteriormente ni lo que voy a escribir ahora, pero gracias por tu confianza, por tu paciencia con mi poquísimo inglés y mi nulo alemán, por las reuniones de españoles en las que no entiendes nada, pero aguantas como un campeón, por las flores de las montañas, los corazones de chocolate de las líneas aéreas, por tratarme tan increíblemente bien.


Os quiero a todos, muchísimo.

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